Lola
la Bruja desordenada.
Había una vez una bruja llamada Lola que hacía unas pócimas y
unos hechizos increíbles. Tenía recetas para conseguir cualquier cosa, y sabía
hechizos que nadie más en el mundo conocía. Era tan famosa que todas las brujas
del mundo querían robarle los libros que contenían todos sus secretos. Lo
cierto es que la bruja Lola era una bruja perfecta. Bueno, casi perfecta.
Porque lo cierto es que tenía un gran defecto: era muy desordenada. Pero a ella
le daba lo mismo, porque cuando necesitaba algo que no encontraba lanzaba un
hechizo y aparecía.
Pero un día el hechizo de la bruja Lola para localizar cosas
falló. Ella no entendía qué podía pasar, porque era el mismo hechizo de
siempre. Un ratoncito que vivía en su casa y que en tiempos había sido un niño,
se subió a una mesa y le dijo:
- Bruja Lola, no es el hechizo lo que falla sino que no
buscas el libro correcto.
- ¿El libro correcto? ¿Y cual es el libro correcto? Madre
mía… ¡estoy perdiendo la memoria!
La bruja Lola intentó hacer un hechizo para recuperar la
memoria, pero como no sabía en qué libro estaba y tampoco se acordaba, no pudo
hacerlo. -Si me conviertes otra vez en niño y me dejas marchar te ayudaré a
buscar la pócima que necesitas para recuperar la memoria -dijo el ratoncito.
-Está bien, pero, ¿cómo sé que no me vas a engañar? -dijo la
brujo Lola.
-Puedes hacer un hechizo para cerrar la puerta para que no me
escape. En ese libro de ahí tienes las instrucciones para hacerlo. Si me
conviertes en niño de nuevo te ayudaré a colocar todo esto y encontraremos todo
lo que no encuentras. Pero después me tienes que dejar marchar. La bruja Lola
accedió, hizo el hechizo para cerrar la puerta y convirtió al ratón de nuevo en
niño. Juntos ordenaron todo aquel desastre. Pero como el niño no se fiaba mucho
de la bruja Lola cogió uno de sus libro de hechizos y pócimas y lo escondió por
si acaso. Cuando acabaron de ordenarlo todo, el niño le pidió a la bruja Lola
que le abriera la puerta, pero ésta le traicionó y le volvió a convertir en
ratón. En poco tiempo, la bruja Lola volvió a tener su laboratorio mágico tan
desordenado que era imposible encontrar nada. Y cuando la bruja Lola se dio
cuenta de que no encontraba lo que necesitaba intentó lanzar el hechizo para
encontrar cosas. Pero lo había olvidado. Y también había olvidado la receta de
pócima para acordarse de las cosas. Intentó buscar los libros, pero aquello era
un auténtico desastre.
Entonces la bruja se acordó del ratón, y le prometió que esta
vez lo dejaría marchar como un niño normal si le ayudaba a recoger aquello. Al
ratoncito le pareció bien y ayudó a la bruja Lola. Cuando terminaron de ordenar
todo, la bruja Lola se dio cuenta de que
el libro que buscaba no estaba allí.
-¿Buscas esto? -le dijo el niño, sacando el libro de hechizos
que había escondido la vez anterior.
-¡El libro! ¡Dámelo!
El libro contenía todos los hechizos y pócimas que necesitaba
la bruja Lola: el hechizo de encontrar cosas, la pócima para recordar lo
olvidado y, por supuesto, el conjuro para convertir al niño en ratón. El niño
lo sabía, y no estaba dispuesto a devolver el libro.
-No te acerques. Abre la puerta y déjame marchar.
La bruja abrió la puerta con la intención de engañar al niño
y quitarle el libro pero el muchacho fue más listo. En el libro había un
conjuro para desordenarlo todo que había estudiado muy bien. Así que, cuando la
puerta se abrió, el niño lo recitó mientras lanzaba el libro que tenía entre
manos.
-Ahora tendrás que ordenarlo todo tú sola si quieres volver a
encontrar algún libro, bruja mentirosa.
Así fue como el niño logró escaparse de la bruja Lola, que
tardó semanas en ordenarlo todo de nuevo. Eso sí, tanto trabajo le costó
colocar cada cosa en su sitio, que no volvió a tener su laboratorio mágico
desordenado nunca más ni tampoco a convertir a ningún niño en ratón.
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